En: diario Página 12 (Argentina). 16 de marzo del 2012
HIJAS DE LA TRATA
Página 12 – 16/03/2012
Argentina, Buenos Aires – Dana Pecci tenía 16 años cuando cayó en una
red de trata de personas en la localidad de Olavarría. Cuatro años
después, cuando quiso escapar junto a su bebita, le dispararon y la
dejaron abandonada con varios tiros en una ruta. Dana vivió dos días y
pudo decir su nombre y el de su asesino. Aun así la enterraron como NN
en el cementerio de La Plata. El asesino fue condenado a 11 años de
prisión por homicidio simple, de los que sólo cumplió tres por su edad.
Hoy está prófugo. Esa beba, que hoy está por cumplir seis años, se
encuentra, por determinación de la Justicia, bajo la guarda de uno de
los hijos del asesino de Dana. Adriana Gordó de Rivas, su mamá, que
nunca dejó de buscarla, se enteró de la muerte de su hija y de la
existencia de su nieta por el llamado de una periodista del diario El
Popular de Olavarría un año después de fallecida. “Justicia”, para
Adriana, es una palabra extraña. Hoy ni siquiera está autorizada a
visitar a su nieta.
“Bienvenido al corazón de la provincia”, anuncia el intendente de
Olavarría en la web del municipio. Esta localidad dista a unos 350
kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Decir Olavarría es hablar de
Loma Negra, cemento, Amalita Fortabat. Si hay algo que abunda en esa
geografía son las preguntas sin respuesta. “La Justicia entregó a mi
nieta a la familia del asesino de su madre en lugar de dármela a mí.
¿Por qué?”, interpela Adriana.
En 2003, Dana llega a Olavarría con una amiga buscando a un chico que
le había gustado. “El le había dicho que lo busque en un pool, en
diagonal a la municipalidad. Ellas se van haciendo dedo. Llegan al pool,
no encuentran al chico, pero alguien de ahí les ofrece trabajo porque
no tenían dinero para volver. En ese mismo momento les dicen que tenían
que estar con los clientes. Como las chicas se niegan, les ofrecen una
alternativa. La amiga de Dana se fue, no quiso esperar. Y ahí aparece
(Pedro Rudecindo) Adorno, que le dice que necesita una chica para que le
dé las pastillas porque él estaba enfermo del corazón, que estaba solo:
‘Si querés, podés trabajar unos días en mi casa hasta que juntes la
plata para volver a tu casa’. Cuando Dana llega al lugar se da cuenta de
que hay tres chicas más.” Adriana se enteró después de que ese pool
funcionaba como cabaret y que siempre que lo iban a allanar estaba
cerrado por reparaciones.
Dana consiguió pasarle un número de teléfono a su madre después de
que ésta la buscara varios meses. “Yo llamaba pero me atendía él, decía
que la hacía llamar pero nunca llegaba y me decía que no la busque más,
que Dana estaba bien. Adorno tenía 64 años. Dana logró escapar una vez
después de que él le pegó. Vino a casa y ahí me contó que Pedro Fernando
Adorno, el hijo, iba con policías amigos a estar con las chicas en la
casa. Pedro es el que tiene hoy a mi nieta. Como esto no está declarado
por mi hija, no tiene ninguna validez en la causa (en la que Adriana
pide la restitución de su nieta), pero si lo hubiese declarado hubiesen
dicho que era una loca, agresiva, como dicen de mí ahora.”
En esa ocasión, “Dana llega con problemas de adicción gravísimos,
muchas crisis que tenían que ver con la abstinencia, en las que empezaba
a rememorar lo vivido. Una psicóloga le recomienda a Adriana internarla
para desintoxicarla. Este tipo Adorno aparece y la psicóloga entra a
jugar a favor de él, no le cree a Adriana. Un día, cuando Adriana va a
buscar a su hija, ya no la encuentra”, cuenta Fernanda Gil Lozano, ex
diputada nacional que acompañó a Adriana en el proceso de vinculación
con su nieta.
“La otra forma de prostitución en Olavarría, según fui
reconstruyendo, no solo a partir de los datos que obtiene Adriana, sino
por dichos de los propios diputados nacionales de Olavarría que me
decían: ‘Sí, yo conocí a la hija de Adriana pero para mí era la pareja
de Adorno’. Estos proxenetas locales viven con dos o tres chicas,
jóvenes, con las que salen, van a las confiterías y dicen que son sus
parejas. Los hombres saben, ven a las pibas, y si a alguno le gustaba,
buscaba sus servicios sexuales.”
Perdón, ¿está hablando de diputados nacionales?
Gil Lozano: –Sí, los de Olavarría conocen el caso y a Adorno, son de mi propia fuerza política y de otras.
“Cuando Adriana se acerca a nosotras, su hija estaba desaparecida,
ella sabía que estaba en una red de trata por los datos que había ido
recopilando. Adriana vino a una de las movilizaciones que nosotras
hacíamos los días 3 de cada mes, que recuerda la fecha en que
desapareció Marita Verón. Allí cuenta la historia, había medios de
comunicación y una periodista de Olavarría hace un entrecruzamiento
entre lo que cuenta la mamá y un caso del que ella se acordaba”, dice
Fabiana Tuñez de La Casa del Encuentro.
Por esta periodista, Adriana recibe la noticia de la muerte de su
hija. Fue Claudia Rafael, del diario El Popular, quien tuvo que cruzar
dos datos evidentes. “Había dos causas judiciales abiertas en distintos
fueros: por un lado, la Justicia Penal instruía el caso del crimen con
la víctima nombrada por error como Dana Quechi. Por otro, la Justicia
Federal la buscaba en una causa abierta por la trata de personas con la
víctima nombrada como Dana Pecci. Y ninguna de las dos había sido
cruzada, con lo cual había dos estructuras judiciales abocadas a una
misma persona”, escribió Rafael en su medio.
“Dana vivió dos días en el hospital San Roque de Gonnet. En
principio, la policía informó que tenía alrededor de seis disparos en la
cabeza. Dicen que ella empezó a correr hacia el campo, que escuchó
ruidos y que las piernas se le aflojaron y se cayó. Adorno le disparó
por la espalda.” Pedro Rudecindo Adorno fue condenado por los datos que
Dana dio en esas 48 horas de supervivencia. No se entiende cómo nadie
pudo comunicarse con su mamá con todos esos datos y cómo pudo ser
enterrada como NN o con otro nombre.
Dana tenía, al momento de su muerte, 20 años recién cumplidos. “Eso
fue el 17 de noviembre de 2007 y a mí me avisan el 17 de octubre de
2008. A partir de ese momento empiezo a buscar a la nena que estaba con
ella cuando le dispararon, pensando que la iba a encontrar en alguna
institución pero no, la mandaron directamente con esta gente.”
Cuando Adriana se entera de que la nena queda en manos de la familia
Adorno se dirige al juzgado de Azul donde estaba la causa. “Pedí hablar
con la jueza a cargo, que era María Cristina Beaucamp y le dije que me
había enterado de que mi nieta estaba con uno de los hijos del asesino y
le dije que a él, a Pedro Fernando Adorno, yo lo había denunciado por
trata de personas, entonces, ¿cómo se la entregaba a él? Ella me dijo:
‘Yo se la entrego a quien a mí se me da la gana’. La denuncié a la Corte
Suprema por las macanas que se había mandado y de inmediato se declaró
incompetente. También averigüé quién debería haberme buscado cuando Dana
murió. Resultó que tenía que ser la directora de Acción Social de
Olavarría, Silvia Díaz, casualmente amiga de la mujer que cuida a L, mi
nieta.” Después el caso de L. pasó a manos de la jueza María Inés
Germino.
¿Cuál es el argumento que esgrime la Justicia para justificar que la
guarda de la hija de Dana la tenga la familia de Adorno? “Que los que se
presentaron en su momento para tener la guarda de la nena son un
matrimonio bien avenido con una posición económica solvente. El pequeño
detalle de que es el hijo del asesino no cuenta.” En su momento, Adorno
declaró que él no es el padre biológico de la nena, que le dio su
apellido como también se lo dio a tres bebés más en un “acto de
altruismo”, indica Adriana con ironía. A pesar de que se solicitó
efectuar el ADN a la nena para saber si es hija de él, “el hijo del
asesino se niega porque dice que va a ser traumático para la nena”,
cuenta Adriana.
A fines de marzo del año pasado comenzaron las vinculaciones entre
nieta y abuela. “Cada 15 días me dijeron que fuera. Tengo una hora con
ella y están presentes una trabajadora social y una psicóloga, nunca
estoy a solas. Ellas me dijeron que tenían miedo de cómo iba a
reaccionar la nena”, narra Adriana, pero desde el primer momento la nena
se abrazó a ella. “En el tercer o cuarto encuentro la nena me dice que
la acompañe al baño, yo la llevo y me dice: ‘Abuela, yo ya sé cómo
mataron a mi mamá: le clavaron una cuchilla en la boca. Yo le pregunte
quién le había dicho eso y no me quería decir y después que le insistí
me dijo que fue su mamá Claudia.” Quienes poseen la guarda provisoria
son Pedro Fernando Adorno y Claudia Ivonne Capuano. “Ella es
vicedirectora de la escuela número 8 de Olavarría y él trabaja en la
parte de mantenimiento de la facultad de Ingeniería de Olavarría.”
Estar en Olavarría no es fácil. “La primera vez que fuimos, tuvimos
que pedir ayuda al Ministerio de Seguridad porque la gente de Adorno nos
rodeó y nos insultó. Vinieron de la Policía Aeroportuaria y nos sacaron
de Olavarría. Yo veía que los Adorno venían armados y se saludaban con
la Bonaerense de ahí. Nosotras estábamos en la calle y uno de los hijos
nos decía por lo bajo ‘hijas de puta, salgan de acá que las vamos a
reventar’. La sensación es que estas mafias tienen filtraciones de las
fuerzas territoriales muy grandes, entonces, ¿cómo se combate esto?”,
arremete Gil Lozano.
La diputada de la Coalición Cívica entendió, acompañando a Adriana
Gordó, que la ayuda que le podía dar era poca frente a la hostilidad con
que las trataban en la Justicia local: “Teniendo entrevistas pautadas
con la defensora de menores de Olavarría me cerraban la puerta en la
cara, me decían que estaba loca, que no me podía meter con esa
trastornada a la que los hijos se le escapaban. Adriana me había
advertido de esta animosidad aunque yo no terminaba de creerlo.
Finalmente me di cuenta de que había que ir a otra instancia, que
mientras la causa siguiera en Olavarría no iba a tener oportunidad”. Así
intervino la procuradora general de la Suprema Corte de Justicia
bonaerense, María del Carmen Falbo. A partir de ese momento comienzan a
trabajar con el defensor general del Departamento Judicial de Azul,
Diego Fernández. “El consigue que la familia Adorno lleve a L. a un
primer encuentro con su abuela, cuando la nena tenía 4 años.”
Pero desde el 23 de diciembre de 2011, Adriana no ve a su nieta. “Me
dijeron que la jueza determinó que no la podía ver hasta que no me
hiciera una pericia psiquiátrica. Lamentablemente donde se decidió hacer
la pericia es en Olavarría. Estamos pidiendo que a mí se me haga en San
Isidro, que es donde tengo domicilio, porque si no yo voy a quedar como
la abuelita psicótica y ellos como la familia Ingalls. No hay fecha
para la pericia porque en Olavarría no me la voy a hacer.”
“Esperamos que la Justicia entienda que la mamá de Dana no es
sospechosa de nada, es víctima, y que lo más importante son los derechos
de esa niña. La nena de Dana es una hija de la trata, por ende, hay que
asistirla en forma integral. Hay que sacarla de ahí”, concluye Gil
Lozano.